Conoce el Sumi-e
Historia
El Sumi-e nació en China durante la dinastía Tang en el s. VII, pero vivió su esplendor tras llegar al Japón en el s. XIV, es especial durante el período Muromachi gracias a su vinculación con el pensamiento zen. Esta palabra japonesa equivalente a la palabra china chan, que proviene del sanscrito dhyana, que significa “atención plena al momento presente”. Por eso el artista no intenta retratar la naturaleza de la manera más fiel, sino que empieza observándola detenidamente, y sólo cuando está preparado en cuerpo y alma prueba a captar su esencia en una obra que es pura abstracción.
En China, manifestaciones similares son más figurativas, llegando a representar un paisaje. En cambio en Japón el trabajo del artista Sumi-e recuerda más al de un calígrafo, también por el uso de un solo color. En ambos casos, la concentración previa al trazo es vital, puesto que el trabajo con tinta china no se puede corregir. El error obliga a empezar de nuevo.
Técnica
El artista requiere silencio en busca de concentración, en la que ayuda la música que cada ejecutante elige según su pulsión, su vibración interior. Los trazos deben ser decididos, la pincelada es única, no admite errores. Los movimientos son fluidos, sencillos, rápidos, espontáneos. La práctica zen nos habla de la conciencia de todos los días. Cuando un joven discípulo le preguntó a su maestro zen lo que quería decir “la conciencia de todos los días”, éste le respondió: “Cuando tengo hambre, como; cuando tengo sueño, duermo”. Esta frase tan sencilla, da respuesta a un profundo planteamiento existencial. El zen nos propone estar presentes en todo cuanto emprendemos con la misma naturalidad con que respondemos a nuestras necesidades mas básicas.
La pintura con tinta Sumi-e es uno de los tantos caminos de la filosofía zen. Todos ellos son vías para conocerse uno mismo, por lo que su finalidad es más espiritual que estética, aunque el sentido artístico esté implícito.
Los Cuatro Tesoros del Erudito
Para realizar sus obras el pintor sumi-e se vale de los conocidos como “Cuatro Tesoros del Erudito” (Bunbou Shishou), que son la tinta (Sumi), la piedra abrasiva (Suzuri), el pincel (Fude) y el papel de arroz (Kami). Existen versiones comerciales de la tinta ya lista para su uso, pero lo mejor es usar la que se presenta en forma de barra, normalmente hecha a partir de resina y carbón de pino o bambú. Al contener elementos naturales, la propia barra evoluciona con el tiempo y aporta tonalidades únicas. Hay que rasparla sobre la piedra abrasiva para obtener un polvo que luego se mezclará con agua.
La forma del pincel ofrecerá un trazo más o menos grueso según la presión que se aplique. En cuanto al papel, el de acuarela no es adecuado, el de arroz tiene el punto medio ideal para retener la firmeza del trazo y para “trabajar por su cuenta” al secarse, produciendo toda una gama de grises difuminados.
Los cuatro nobles
El crisantemo. Personifica al otoño y a la humanidad. En China, la planta se usaba por sus poderes curativos y por eso se la asocia a la longevidad. Es el valor de los vínculos que nos relacionan, fortalecen y nutren a lo largo de nuestra vida, es posible que por eso en China, su país de origen, “Crisantemo” se pronuncie exactamente igual que la palabra “Reunirse”, significativamente, estar juntos.
El ciruelo en flor. Hace alusión al invierno y la pureza, a lo que está por venir después del frio. Por eso se relaciona con la esperanza y la perseverancia.
La orquídea silvestre. La primavera, la femineidad, la serenidad y la inocencia. En China se considera Lan Hua, personificación de la perfección.
El bambú. Es el verano y la integridad, porque no se rompe por la fuerza del viento. Flexible, también simboliza la firmeza ante la adversidad.
